lunes, 7 de enero de 2008

El Liderazgo. DESPUÉS

Cuando el equipo de trabajo no trabaje,
cuando gobierne la desgana y la apatía,
cuando el valor desfallezca o se relaje,
cuando el conjunto haya perdido la alegría
y no haya luz ni color en el paisaje...
quizás un líder pueda ser la solución;
un guía que traiga la energía como equipaje,
un pedagogo que despierte la ilusión,
un instructor que sepa mucho de brebajes,
que defina y que comprenda al personaje
y a cada uno le prepare su poción;
que tenga el don de la palabra y el lenguaje
y en su lenguaje no utilice nunca el DON.
Cuando el equipo de trabajo colabore,
que haga un derroche de respeto y cortesía,
que no sancione, que corrija los errores,
que no tenga como meta la sanción,
que a cada cual le reconozca su valía,
que haga que el vago del trabajo se enamore,
que el perezoso indiferente entre en acción,
que el protestón transforme el genio en simpatía,
que el voluntario nunca pierda la ilusión,
que el insolente quiera estar en compañía,
que aquel que sea impuntual no se demore,
que el receloso vuelva a ser quien más confía,
que el indeciso solo vea una opción,
que el temeroso deje a un lado sus temores,
que el soñador no se despierte con el día,
que todo el mundo manifieste su opinión...
y sepa al fin incentivar los sinsabores,
dando a la mente una razón caliente y fría
y un sentimiento templado al corazón.
Cuando el equipo de trabajo ya trabaje,
que haga que otros hereden su función,
para que nunca se pierda su mensaje,
para que pueda transmitirse ese coraje
que da un empuje sin ser un empujón.

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